El contacto con plaguicidas durante un largo tiempo puede causar daños a largo plazo, tales como cáncer, y daños al sistema reproductivo, al hígado, al cerebro y a otras partes del cuerpo.
Cuando la gente se enferma de cáncer o de otras enfermedades los médicos y científicos tal vez expliquen que la enfermedad se produjo por casualidad, o por problemas ajenos a los plaguicidas o a la contaminación. Es posible que nos digan que no se puede culpar a los plaguicidas ni a otros productos tóxicos (pero la realidad no es esa). A veces los vendedores o promotores de plaguicidas mienten sobre los efectos porque no quieren responsabilizarse por los problemas de salud de los demás.
Algunas señas de las enfermedades crónicas son: pérdida de peso, debilidad constante, tos constante o con sangre, heridas que no sanan, entumecimiento de las manos o los pies, pérdida del equilibrio, pérdida de la vista, latidos del corazón muy lentos o muy rápidos…Además, a largo plazo su consumo o exposición afecta a los pulmones ocasionando cáncer, daños al hígado, puede llegar a producir hepatitis tóxica (enfermedad del hígado), daños al sistema nervioso y al sistema inmunológico (debilitándolo).
Los plaguicidas tienen muchos de los mismos efectos en la salud reproductiva que los químicos tóxicos. Pueden afectar la capacidad de las personas para tener bebés o la capacidad de los bebés para crecer sanos, pueden ocasionar defecto de nacimiento o daño en las glándulas productoras de hormonas.
Todo esto indicativo para conseguir concienciar a la población de la reducción del uso de plaguicidas; y más con los casos que se presentan actualmente como el de Holanda, donde el servicio holandés de seguridad alimentaria ha aconsejado no consumir huevos hasta nueva orden para evitas posibles intoxicaciones por culpa de la presencia de un pesticida en éstos. El pesticida encontrado ha sido el fipronil (plaguicida clasificado de clase II, moderadamente peligroso) y considerado como menos tóxico para los mamíferos que para algunas aves, peces y la mayoría de los invertebrados. La toxicidad se puede transmitir vía oral o directamente por inhalación, produciendo irritación en la piel y pérdida de pelo en casos más crónicos.
Los inspectores holandeses temen que haya sido utilizado en buena parte del millar de granjas avícolas nacionales. A su vez, tratan de averiguar si ya se empleó en 2016. De momento, han descubierto altas concentraciones del producto en 28 remesas de huevos marcados, y los han calificado de “nocivos para los niños”.
Una de las partidas en las que se ha encontrado el pesticida prohibido lleva el código X-NL-40155XX (XX representa cualquier número de la serie). El Servicio holandés de Seguridad Alimentaria ha calificado esta partida de “peligro grave y agudo para la salud general”. Unas 200 granjas, orgánicas incluidas, han paralizado la venta de huevos a mercados y supermercados.
Las primeras investigaciones apuntan a que la empresa holandesa de desinsectación Chickfriend ha usado una “posible mezcla de fipronil con otra sustancia legal para mejorar sus efectos”. La firma recibió el producto de Bélgica. Las autoridades belgas cerraron a finales del pasado julio varias explotaciones avícolas por el mismo motivo.
Dado que las gallinas así tratadas pueden poner huevos contaminados durante meses, en plena inspección holandesa, un millón de huevos listos para ser enviados a Alemania –su mayor importador- han sido retenidos en la frontera. Miles de cajas han sido retiradas de las estanterías en las tiendas de Holanda. Las grandes cadenas de supermercados nacionales se han visto afectadas también por la alerta alimentaria, y han aconsejado a sus clientes que tiren los huevos.
Al producir picor y estrés a la gallina, ésta puede poner menos huevos, con las consiguientes pérdidas para el dueño. El ave puede estar contaminada entre seis y ocho semanas. En las personas, consumir un huevo con fipronil puede causar náuseas, dolores de cabeza y estómago o sudoración excesiva. En el peor de los casos, acaba dañando el hígado, el tiroides y los riñones.
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